Deberes para con Dios - R. P. Vicente Gambón, S. J.



Deberes en privado.


Puesto que los sentidos son el espejo del alma y ésta es la que enfrena y modera los apetitos sensitivos del hombre, mal podrá una joven pasar por urbana y cortés a los ojos de los demás por mucho tiempo, si no posee un corazón recto, y no tiene muy dominadas su pasiones; lo cual sólo se consigue con un fondo de sólida piedad y una conciencia recta en la presencia de Dios. Los modales más corteses, la finura más atildada, son una simple máscara de hipocresía, que desaparece en cualquier ocasión imprevista y repentina, cuando no se hallan cimentadas en la virtud, y no les presta savia y vida una conciencia ajustada en un todo a los deberes que ella impone.

Deber es, por lo tanto, de la joven que aspira al aprecio de los demás esa cultura constante de la conciencia, a la cual contribuirán las cosas siguientes:

1.- Por la mañana, despertando, levante el corazón a Dios y ármese al momento con la señal del cristiano, que es la santa cruz; vístase en seguida con toda modestia; y aun cuando después, con sus compañeras de colegio, haya de rezar en común las oraciones de la mañana, no está de más que rece sus devociones particulares; con lo cual contraerá una costumbre que luego practicará en su casa en tiempo de vacaciones, y más tarde, al salir del colegio, por toda la vida.

2.- Acostúmbrese a rezar las oraciones con pausa y como quien está hablando con Dios, con la Santísima Virgen o con los Santos, y no como un papagayo que pronuncia palabras, sin darse cuenta de lo que significan.

3.- Levante entre el día el corazón a Dios, ya sea para ofrecerle el trabajo que tiene entre manos, ya para pedirle auxilio en cualquier necesidad espiritual en que se encontrase. Esto dará a su carácter ese aire de formalidad que tanto encanta en las jóvenes, y las librará de mil defectos en que suele incurrir la irreflexión de la juventud.

4.- Acostúmbrese desde niña a que nunca le tome el sueño sin haber rezado algo a la Santísima Virgen y al Ángel de la guarda; y no se contente con las oraciones que haya rezado en común con las demás colegialas. Piense que el sueño es la imagen de la muerte, y la cama figura el sepulcro. A muchos ha cortado Dios el hilo de la vida mientras estaban entregados al sueño, y es cosa terrible comparecer ante el tribunal del Señor, sin haber implorado antes el patrocinio de la Santísima Virgen y la Ayuda del Ángel de la guarda.

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