El deporte - S. S. Pío XII




Todo lo que son ejercicios físicos, competencia, emulación, "sport", interesa y atrae a la juventud actual. Pero los jóvenes cristianos saben, que los movimientos del espíritu, y especialmente la carrera hacia la luz intelectual, el impulso hacia adelante, sobre el terreno misterioso y tal vez arduo de la revelación, la marcha hacia la bondad y la santidad, son más bellos, nobles y apasionados, cuanto más el saber y la virtud del alma, avanza y sobrepasa las fuerzas de los músculos y la perecedera ligereza y agilidad de los miembros.


El vigor del cuerpo, que acompaña y embellece el florecer de la juventud, no queda disminuido, sino al contrario exaltado y ennoblecido por el estudio de la cultura religiosa y por la virtud que domina las pasiones. Más ardor de energía en el cuerpo como virtud en el alma, brillará en la juventud, cuando en el fondo del corazón germine esa voluntad que encuentra en el temor de Dios, el principio de la sabiduría, iluminadora de la vida.

La juventud, tan pagada de su valor, teme sin embargo y se asusta, de no parecer suficientemente moderna, de no estar a la altura de su tiempo, o como algunos dicen "a la page". Pero el verdadero cristiano, se encuentra siempre a la altura de su tiempo[1].

Lejos de la verdad, está de lo que reprochan a la Iglesia, de ocuparse de los cuerpos y de la cultura física, y que quisiera restringir su competencia y su acción, a las cosas puramente religiosas", "exclusivamente espirituales", como si el cuerpo, criatura de Dios, igual que el alma y a la cual se halla unido, no debiese tener su parte, en el homenaje al Creador". Ya sea que comáis escribía el Apóstol de las Gentes, a los corintios “sea que bebáis, sea que hagáis cualquier cosa, hacedlo todo, por la gloria de Dios". San Pablo, habla aquí de actividad física. El cuidado del cuerpo, el "sport", entra pues dentro de las palabras: "sea que hagáis cualquier cosa". Así habla él, aún explícitamente; habla de las carreras, de las luchas, no con expresiones de crítica o de demérito, sino como conocedor que eleva y ennoblece cristianamente el concepto.

¿Por qué en fin, que cosa es el "sport", sino una forma de educación del cuerpo? Esta educación, está en estrecha relación con la moral. ¿Cómo podría la Iglesia desinteresarse? En realidad, siempre tuvo hacia el cuerpo humano, una solicitud y una deferencia, como el mismo materialismo con su culto idolátrico, no ha manifestado. Es muy natural, porque éste, no ve y no conoce del cuerpo, más que la parte material, cuyo vigor y belleza, nacen y florecen, para después marchitarse y morir como la hierba del campo, que se quema o se hace tierna. La concepción cristiana es bastante diferente; el cuerpo humano, es en sí mismo, la obra maestra de Dios, en el orden de la creación visible. El Señor, lo destinó a florecer aquí, para perdurar inmortal, en la gloria del Cielo, Él lo unió al espíritu, con la unidad de la naturaleza humana, para hacer sentir el alma, el encanto de las obras de Dios, para ayudarla a ver en este espejo el Creador común, a conocerlo, a adorarlo y a amarlo. Dios, no hizo mortal al cuerpo humano, sino el pecado; sólo el pecado, hizo del cuerpo extraído del polvo, y al cual un día deberá volver un ser mortal. De esta vida del polvo, el Señor, lo sacará una vez más para llamarlo a la vida. Aún reducidos a polvo, la Iglesia respeta y honra a los cuerpos muertos, para volver a resurgir.

Pero a más altas visiones, nos conduce el Apóstol San Pablo: "¿No sabéis que vuestro cuerpo, es un templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, que os ha sido dado por Dios y que no os pertenece? Porque habéis sido comprados a un precio caro. Glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo".

Ahora bien, ¿cuál es en primer lugar la función y el fin del "sport" entendido sana y cristianamente, sino cultivar la dignidad y la armonía del cuerpo, desarrollar la salud, el vigor, la agilidad y la gracia?

Tampoco se reprocha San Pablo, la expresión enérgica: "Castigo corpus meum, et in servitutem redigo" (trato duramente a mi cuerpo y lo someto a la esclavitud) en el mismo pasaje en el cual, se apoya el ejemplo de los fervientes cultores del "sport". El deporte, moderada y concienzudamente ejercitado, fortifica el cuerpo, lo vuelve sano, fresco y eficiente, pero para llevar a cabo esta obra educativa, lo sujeta a rigurosa disciplina, a veces dura, que lo domina y lo tiene verdaderamente en esclavitud: costumbre a la fatiga, resistencia al dolor, hábitos de continencia y de temperancia severa, condiciones indispensables al que quiere obtener la victoria. El "sport", es un antídoto eficaz, contra la ociosidad y la vida cómoda, despierta el sentido de orden, y educa al examen y al dominio de sí mismo, al desprecio del peligro, sin fanfarronadas ni pusilanimidad. Así, sobrepasa la fortaleza física, para llevar por fuerza a la grandeza moral. Del país natal del "sport", vino el proverbial "fair play", esa emulación caballeresca y cortés, que eleva los espíritus, más allá de las mezquindades de los fraudes, de los impulsos de una vanidad vindicativa, y lo preserva de los excesos de un nacionalismo intransigente y cerrado. El "sport" es una es- cuela de lealtad de ánimo, de resistencia, de resolución, de fraternidad universal, todas ellas, virtudes naturales, pero que producen a las sobrenaturales, un fundamento sólido y preparan para sostener sin debilidad, el peso de las mayores responsabilidades. Fatigar sanamente el cuerpo, para reposar la mente y disponerla para el nuevo trabajo; afinar los sentidos, para adquirir una mayor intensidad de penetración de las facultades intelectuales, ejercitar los músculos y acostumbrarse al esfuerzo, para templar el carácter y formarse una voluntad fuerte y elástica como el acero; tal era la idea que el sacerdote alpinista, se había hecho del "sport".

¡Cuán alejada está esta idea, de aquel materialismo, para el cual el cuerpo es todo el hombre! Pero también ¡qué ajena es a esa locura de orgullo, que no se detiene en arruinar con un cansancio insano, las fuerzas y la salud del deportista, para conquistar la palma en una competencia de pugilato o de velocidad, y lo expone tal vez temerariamente a la muerte!

El deporte digno de este nombre, hace al hombre, animoso ante el peligro presente, pero no lo autoriza, para desafiar, sin una razón proporcionada un riesgo grave, lo cual sería moralmente, ilícito.

Así, el "sport", no es un fin sino un medio y como tal debe estar subordinado y sujeto al fin, el cual consiste en la formación y educación perfecta y equilibrada de todo hombre, el cual el "sport", le ayuda al cumplimiento rápido y alegre del deber, sea en su trabajo o en su vida de familia.

Con una inversión lamentable del orden natural, algunos jóvenes dedican apasionadamente todo su interés y actividad a las reuniones y manifestaciones deportivas, a los ejercicios de entrenamiento para las competencias, poniendo su ideal, en la conquista de un "campeonato", pero no prestan más que una atención distraída y aburrida, a las necesidades inoportunas del estudio y la profesión. El hogar doméstico, no es para ellos, más que un hotel donde se alojan como de paso, como extranjeros.

Al servicio de una vida sana, fuerte, ardiente, al servicio de una actividad más fecunda en el cumplimiento de los deberes de Estado, el "sport", puede y debe de estar también, al servicio de Dios. A este fin, el "sport" inclina a los espíritus, a dirigir las fuerzas físicas y las vicisitudes morales que desarrolla; pero, mientras que el pagano, se sometía al severo régimen deportivo, para obtener una corona caduca, el cristiano se somete para un fin más alto, para un premio inmortal.

¿Para qué serviría el valor físico y la energía de carácter, si el cristiano los usase solamente para fines terrenales, para ganar una "copa", o para darse aires de superhombres? Si no supiese cuándo es necesario, reducir el sueño de media hora, o retardar una cita en el estadio, antes que descuidar la asistencia a la Santa Misa el domingo; si no llegase a vencer el respeto humano, para practicar la religión y defenderla, si no se valiese de su prestancia, de su autoridad, para detener o reprimir con la mirada, con la voz, con el gesto, una blasfemia una deshonestidad, para proteger a los más jóvenes y a los más débiles, contra las provocaciones y las asiduidades sospechosas; si no se acostumbrase a terminar sus felices éxitos deportivos, con una alabanza a Dios, Creador y Señor de la naturaleza y de todas sus fuerzas? Estad siempre seguros, de que el más alto honor, el más alto destino del cuerpo, es el de ser la morada de un alma, que brilla con pureza moral y es santificada, con la gracia divina[2].

 



[1] Discurso a los Jóvenes de Acción Católica, 10 de noviembre de 1940

[2] Discurso a los Jóvenes de Acción Católica, 29 de mayo, 1945


Comentarios

  1. La razón del ejercicio físico para mi, es la de la fortaleza del mente, la de disciplinarme y ser fuerte de cuerpo y mente. Con mi conversión, ahora es una forma de purificación del espíritu también. De ofrecer a Dios y agradecer. Viva Cristo Rey y que viva María Santísima.

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