La playa - Canónigo Emilio Enciso Viana

 


¿Tiene tu casa jardín o has vivido algún verano en el campo? ¿No has observado cómo junto al cauce del agua se desarrollan las babosas, esos sapos negros y viscosos que se comen las flores y las plantas, y van señalando su camino con una estela de repugnantes babas? Necesitan sol y humedad, y cuando estos dos elementos se unen, las babosas hacen su aparición.
Así sucede también con la impureza, esa babosa moral, que mancha cuanto toca y devora las flores y las plantas de los Jardines del espíritu. También la impureza se multiplica en contacto con el sol y el agua; un terreno muy a propósito es la playa.
En la arena tostada por el sol y humedecida por el agua, el alma se desnuda de la vergüenza, a la vez que el cuerpo se desnuda del vestido.
¡Cuánto crimen se comete en nombre de la higiene y de la salud! Se les pone a ambas cosas como pantalla para atacar a fondo a la higiene y a la salud del alma, que suelen sufrir profundo quebranto en playas y piscinas.


No es que el baño de mar esté prohibido, o de suyo se oponga a la moral cristiana; se trata de una cosa en sí indiferente, que puede resultar buena o mala, según el fin o el modo como se realice.
La asistencia a la playa en plan alegre, pero formal, con los padres o personas que con su presencia frenen, y con trajes de baño que cubran las partes del cuerpo que la modestia cristiana no tolera exhibir a una mujer decente, no solamente es tolerable, sino que puede aconsejarse sin miedo alguno.
Sin embargo, habrás oído multitud de veces en la sociedad que este plan es una antigualla y una ridiculez.
Mira, los que así te hablan o son gente amorfa y sin criterio, que se dejan influir por otros y manosean tópicos como si fuesen verdades, o son esos otros que tras de esta campaña ocultan intenciones inconfesables. Esos otros buscan en toda desnudez femenina algo que no se te dice, pero contra lo cual es necesario que estés prevenida para que no seas su víctima; porque hay muchas chicas sencillas que, llenas de frivolidad, caen en la red y hacen juego a esos sapos morales, que, como todos los sapos, no buscan otra cosa que la «corrupción de la carne».
El impudor de las playas ha llegado a un extremo alarmante. El vestido ha quedado reducido a su más mínima expresión. Mejor dicho, el vestido de
playa amplio y completo que la mujer española ha usado siempre ha sido desterrado y sustituido por una ridícula caricatura de desvestido impuesta por el extranjero, y que carece de nombre en el idioma español: el maillot.
Con ese desvestido —deshabillé es su nombre propio, que tampoco es español—, la mujer no sólo se baña, sino pasea, forma tertulias, juega, bromea y baila.
¿Es posible conservar en este ambiente la virtud de la pureza? ¿Podrás tú asegurarme que en esas cabecitas irreflexivas y vacías no surgirán necesariamente pensamientos impuros?
No es extraño que sean muchas las chicas que durante el verano, en una playa, se desorientan, se desequilibran y se llenan de tontería.
La playa, tal como hoy se vive, viene a ser un inmenso pudridero moral, donde entre montones de carnaza se revuelven los sapos de la sociedad.
La playa es una demostración de la razón que asistía al Santo Padre Pio XI cuando se lamentaba del desnudismo, y fustigándolo decía que la vida moderna es una «vida paganamente impúdica, y de una impudicia que supera incluso a la de la antigüedad, y que se resume en una palabra horriblemente blasfema: culto al desnudismo».



Muchacha cristiana: sé sensible a la voz del Papa y muéstrate siempre digna de tu profesión de fe. Evita el desnudismo. No visites jamás las piscinas mixtas, donde los males de las playas se agravan, sin que existan las razones de higiene que pueden disculpar la playa.
Cuando debas tomar baños de sol, tómalos a solas, sin compañía de personas de otro sexo. Debes considerarlo como una medicina o un tónico del que puede usarse; pero no debe abusarse, para que no sufra quebranto la salud corporal y principalmente la espiritual. Si cuando te aplican la electroterapia no lo hacen delante de todo el mundo, ¿por qué buscas la publicidad cuando se trata de la helioterapia?
Si quieres bañarte en el mar, cuida que sea sin que sufra mengua alguna la virtud de la pureza. Busca la playa que se distinga por su moralidad.
Me dirás que la inmoralidad reinante es tan grande, que mi consejo es difícil de realizar.
Desengáñate; no será tan difícil si para conseguirlo te unes con otras chicas de tu edad, y a vuestro esfuerzo se suma el de vuestros padres, también unidos.
Tu traje de baño ha de ser modesto, y sólo lo has de usar mientras permaneces en el agua, procurando el resto del tiempo que pases en la playa estar aún más cubierta.

Demuestra, tanto en el traje de baño como en el de playa, que es posible concertar las conveniencias de la higiene más exigente, la moral cristiana y la gracia femenina.




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