SEPTENARIO DE LOS SIETE DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ
Por la señal de la santa cruz, etc.
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos
de los siglos. Amén.
1.- Duda de san José.
No sabiendo todavía el misterio de la Encarnación, quiere
José separarse de su Esposa, ¡qué amargura! Mas un ángel le revela que María ha
concebido por obra del Espíritu Santo, ¡qué alegría para tan santo y amante
Esposo!
Por esta vuestra angustiosa perplejidad y por este vuestro
gozo inefable os suplicamos, amable Protector nuestro, que consoléis ahora nuestras
almas con la alegría de una conciencia pura, para consolarla después con una
dichosa muerte semejante a la vuestra. Amen.
Padre nuestro, siete Ave Marías y Gloria Patri.
¡Cuál fué, José, tu quebranto
Al ver en cinta a tu Esposa,
De Vírgenes Reina hermosa,
Siendo tú tan puro y santo!
Pero cese tu aflicción:
Dios, que sobre el Justo vela,
Por un Ángel te revela
La admirable Encarnación.
2.- Nacimiento de Jesús.
Nace Jesús en suma pobreza, ¡qué pena, qué dolor para un
Padre tan tierno! Mas, ¡qué alegría cuando ve al Niño Dios alabado de los Ángeles
y adorado de los Pastores y Reyes!
Por este vuestro dolor y gozo inexplicable, alcanzadnos, oh
amable Protector nuestro, un total desprendimiento de los bienes de la tierra, a
fin de que la pobreza y los trabajos de este miserable destierro se nos
truequen un día en riqueza y descanso sempiterno. Amen.
Padrenuestro, siete Avemarías y Gloria.
¡Ay! ¡qué profunda tristeza,
Al ver Nacido en Belén
Del empíreo al sumo Bien
En extremada pobreza!
Mas inefable consuelo
El Altísimo te envía,
Cuando angélica armonía
Paz anuncia al triste suelo.
3.- Circuncisión de Jesús.
¡Qué tristeza y qué pena para José ver al tiernecito Niño
derramando ya sangre en la Circuncisión! Mas, ¡qué gozo y qué contento al oír de
la boca del Ángel que se llamará Jesús y salvará a su pueblo!
Por esta vuestra amargura y alegría imponderable os
suplicamos, oh amable Protector nuestro, que nos alcancéis una verdadera
mortificación de los sentidos, a fin de que desterrando de nosotros todo vicio en
la presente vida, disfrutemos en la otra de los dulcísimos frutos que Jesús nos
asegura con su sangre preciosísima. Amen.
Padre nuestro, siete Ave Marías y Gloria Patri.
Mira en la Circuncisión
AI Blanco de tus delicias:
Ya vierte sangre, primicias
De fiera y larga pasión...
Mas templa el pesar profundo:
Es Jesús su excelso nombre:
Por resucitar al hombre
Muere el Salvador del mundo.
4.- Profecía de Simeón.
Profetiza Simeón la terrible pasión de Jesucristo, ¡qué
espada de dolor atravesaría el corazón de José! Pero anuncia también la
triunfante resurrección de Jesús y los copiosos frutos de su redención: ¡qué
consuelo, qué alegría!
¡Ah!, no permitáis, ¡oh amable Protector nuestro! que la
pasión de Jesús sea ocasión de ruina para ninguno de nosotros; antes bien haced
que sea causa de nuestra resurrección gloriosa y de nuestra eterna salvación.
Os lo pedimos por el sumo dolor y gozo que inundó vuestra alma al presentar a
Jesús en el templo. Amen.
Padre nuestro, siete Ave Marías y Gloria Patri.
De Simeón en mar de llanto
Te sume la profecía:...
¿Qué pecho resistiría
Al filo de dolor tanto?
Pero ensancha el corazón:
Se trocará la amargura
En inefable dulzura
Y feliz resurrección.
5.- Huida a Egipto.
Avisado del Ángel huye José de noche precipitadamente a
Egipto, ¡qué angustias, qué temores! Mas ve caídos en el suelo los ídolos de los
egipcios, y a Jesús libre del furor de Herodes. ¡Qué alegría! Por este vuestro
dolor y gozo incomparable, alcanzadnos, amable Protector nuestro, valor para
huir de toda ocasión pecaminosa, a fin de que cayendo los ídolos de nuestras afecciones
mundanales sirvamos fielmente a Dios, y muramos, si conviene, por Jesús y
María. Amen.
Padre nuestro, siete Ave Marías y Gloria Patri.
¡De cuán acerbo dolor
Traspasado al Egipto huyes!
No opones quejas, ni arguyes,
Yendo en alas del amor.
Mas de la gentilidad
Ves derrocados los templos,
Y brotar do quiera ejemplos
De sublime santidad.
6.- Regreso de Egipto.
Recibiendo aviso de volver a Nazaret teme José á Arquelao no
menos cruel que su padre Herodes, ¡qué pena, qué angustias! Mas el Ángel le
disipa toda inquietud, ¡qué gozo, qué consuelo!
Por este vuestro dolor y gozo indecible, alcanzadnos, amable
Protector nuestro, perfecta sumisión y conformidad a la voluntad divina, de
suerte que descansando en los brazos de la providencia amorosa del Señor,
marchemos tranquilos y seguros por el sendero de la virtud a las mansiones
eternas. Amen.
Padre nuestro, siete Ave Marías y Gloria Patri.
Nuevo mortal desconsuelo
Tu corazón despedaza:
De Herodes reina la raza,
¡Y qué vuelvas manda el ciclo!
Pero del monstruo infernal
No te espanten los furores;
Que vela por sus Amores
Providencia celestial.
7.- Niño perdido.
José pierde a su dulce Jesús, ¡qué tres días y noches tan
amargas! ¡Qué llanto y qué desconsuelo! Mas le encuentra por fin en el templo asombrando
a los mismos doctores con su sabiduría, ¡qué gozo!
Alcanzadnos, amable Protector nuestro, la gracia de jamás
perder á Jesús por nuestra culpa, el dolor de haberlo perdido tantas veces, y el
permanecer siempre fieles en su amistad y compañía. Amen.
Padre nuestro, siete Ave Martas y Gloria Patri.
¿Y vives aun, tierno Padre,
Llorando perdido al Niño,
Dulce imán de tu cariño,
Vida de su amante Madre?
Gózate; que entre Doctores
Brilla su sabiduría,
Y por tan grande alegría
Cambia en gozo los dolores.
Antífona. Tenía el mismo Jesús, al empezar su vida pública, cerca
de treinta años, hijo según se pensaba, de San José.
V. San José, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración. Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger
al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues
le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en
los cielos, oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. R. Amen.
Haciendo este piadoso ejercicio, se ganan 100 días de
indulgencia cada día, 300 cada miércoles y cada uno de los nueve días que preceden
a las fiestas de san José y de su Patrocinio, a más de una indulgencia plenaria
en estas dos fiestas, y una vez al mes confesando y comulgando, etc. Pío VII.
—Mas Pío IX siendo, como es, tan ferviente Devoto del Santo, enriqueció esta devoción
con siete años y siete cuarentenas de días de indulgencia en cualquier día que
se rece. 20 Enero de 1856.
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